Nuestras Memorias, tu blog amigo

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lunes, 30 de mayo de 2016

Nuestras Memorias 0

Los seres humanos somos tanto cuanto tenemos memoria, a partir de las cuales construimos nuestro presente y por consiguiente lo que somos hoy y seremos en el futuro.

Hace una semana estuve en una actividad religiosa, la esencia de esta actividad reflexiva fueron "Las Bienaventuranzas". El conferenciante presenta, además de las del Sermón del Monte, en Mateo 5: 1 - 12. un número significativo de Bienaventuranzas que se encuentran a lo largo, profundo y ancho de la Biblia. De manera especial me marcó el versículo Proverbios 10:7, "La memoria del justo será bendita", ...  presentado como Bienaventuranza, de forma magistral por nuestro conferenciante David Cortés.
Entre otras ideas, señalaba, "La memoria del justo será bienaventurada". Llevando a sinónimas estas dos palabras, bienaventurada y bendita.
Lo que vamos viviendo en el mundo, cada vez más, deduce falta de memoria, olvido, desagradecimiento, no reconocimiento del otro y de lo que han hecho por nosotros. Empezando por madres y padres y su relación con los hijos e hijas, se vuelven unas relaciones frías, donde no hay una manifestación de amor, ni aprecio, ni de buen trato. Lo mismo ocurre entre entre hermanos y hermanas, vecinos y vecinas, compañeros y compañeras de la niñez y la adolescencia, entre compañeros y compañeras amigas y amigos de actividades educativas, sociales, religiosas, políticas, de empleos, entre otras. Se va dando un si te he visto, no me acuerdo.
Una de las que hace más ruido, es la relación con mamá y papá, se opta y se muestra como bienestar el que los recluyamos en un hogar de ancianos, donde mueren aún estando vivos porque han sido olvidados de sus seres queridos, porque a sus seres queridos se les fue la memoria en ese aspecto de amar y honrar a nuestros padres. Y si eso es con quienes vemos, vivimos una parte importante de nuestra vida, cómo no olvidar a Jesús, el Cristo, que murió por nosotros para el perdón de  nuestros pecados.
De la misma manera, olvidamos nuestra construcción histórica de pueblo, olvidamos la historia de país y parecería irrisorio, pero con cierta facilidad se recuerdan los más lejanos y olvidamos los mas cercanos a nosotros.
Una dimensión importante que marcó el conferenciante,  fue al referirse que debemos dejar de memoria de nosotros, que la memoria de un cristiano ha de ser justa, digna de ser guardada. Debemos cuidar nuestro andar, cuidar lo que dejaremos a nuestros hijos e hijas, cuidar nuestros nombres, que no le sea un bajar la cabeza sino que sientan satisfacción de ser nuestros hijos e hijas. Citó a Luc. 15: 11-32, El Hijo Pródigo. ¿qué le hizo regresar al hijo pródigo? La memoria de su Padre, que trataba bien a sus jornaleros. Así hemos de sembrar en el corazón, mente, actuación de nuestros hijos e hijas, para tengan memoria de nosotros, memoria del bien. No demos la oportunidad para que nuestros hijos e hijas, nos abandonen en una casa de ancianos en el mejor de los casos o nos enrostren  nuestras fallas, como lo vemos en el cuento siguiente.
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“EL PLATO DE MADERA”

Ocurrió hace mucho tiempo en un remoto lugar, aunque me consta que la historia se repitió en distintos lugares y en distintos tiempos, ¡si es que hay hechos que no cambiarán nunca!

A la hora de comer se sentaban en la mesa, abuelo padre de padre, hija nieta de abuelo, y nuera madre de hija, esposa de padre. El abuelo en su categoría adquirida hacía ya algunos años cumplía con la edad, y como no, con los síntomas que estas edades suelen regalar independientemente de los méritos obtenidos. Al abuelo le temblaban las manos permanentemente lo que dificultaba sobre manera el poder comer, lo que conllevaba la caída de comida y no pocas veces  la del plato con el resultado que nos podemos imaginar.

El hijo siempre se estaba quejando de la comida que al padre se le caía, de los platos que rompía, que esto no podía ser, que mira el viejo que poco cuidado tiene, que, Qué se piensa, esto no puede ser, pero a esto le pongo yo solución, Comentaba a su esposa constantemente, ella callaba y asentía con un gesto entre irónico y socarrón, que él nunca supo ver.

El hijo era un hombre versado en buscar soluciones de ingenio fácil y sopesando que era mucho el peso de algún plato roto, se dispuso a buscar un remedio estrujando la viscosidad que el tenía por cerebro. La viscosidad siguió haciendo lo de todos los días, dormir, y él creyó dar con la idea adecuada, y se puso manos a la obra.

Cogió un buen pedazo de madera y comenzó a darle forma, tampoco era cuestión de hacerlo de cualquier manera pues un padre es un padre. En un par de horas la gran obra estaba terminada, estaba todo orgulloso pues había puesto solución a un problema, con gran ingenio, -¡si es qué cuando uno se pone a pensar el mundo gira!

Al abuelo seguía cayéndosele la comida, pues el tembleque no tenía remedio, también seguía cayéndosele el plato, pero eso si ya tenía arreglo pues un plato de madera no rompe al caer. –Ahora ya tengo el problema solucionado, se acabaron los platos rotos. -Problemas a mí…, si cuando me pongo... ¡va a ver el viejo! ¡tiene un hijo que es la ostia!

La hija, viendo lo que hizo el padre le dio que pensar y comenzó a ver como en unos segundos el tiempo transcurría ante sus ojos a velocidad de vértigo, y vio el futuro, por lo que decidió adelantarse a los acontecimientos venideros. La madre que le había adivinado la intención la animó a llevar acabo su propósito.

El padre llegó a casa a la hora de costumbre, con el cansancio de costumbre y la costumbre de costumbre, acostumbrando a ver que es lo que estaba haciendo su hija pues siempre estaba haciendo algún tipo de trabajo manual, era una niña muy creativa y eso a su padre lo tenía maravillado.

Como no podía ser menos, estaba trabajando sobre un trozo de madera el cual parece que estaba recibiendo cierta forma, de momento no muy perceptible, el padre se acerca y pregunta; Qué estas tallando, Es una sorpresa y de momento no te lo puedo decir, Pero puedes darme una pista, Papá por favor, una sorpresa es una sorpresa, y no hay pistas que se puedan dar, eso me lo has enseñado tú, Tienes razón, perdona, al menos dime si tardarás mucho en terminarlo, No, no lo creo, tengo que fijarme un poco en el abuelo y con su ayuda esta semana lo termino, Ah, tiene también participación el abuelo, y yo no puedo saberlo, Papá, no te pongas celoso tú ahora, el abuelo me ayuda porque el también quiere poner su parte y porque es algo para ti, ¡hala! ya está, ya me has hecho decir algo que no debía, y ahora ¡vete! y déjame trabajar, antes de que meta más la pata y deje de ser sorpresa., Vale , vale, ya me voy, que carácter tiene esta niña, con solo ocho años, cómo se parece a su madre.

Transcurrió la semana entre el colegio y la talla de la madera, y el sábado por la tarde estaba terminada. Con la ayuda del abuelo buscaron una caja donde poder guardar el regalo y se dispusieron a envolverlo para darle más emoción cuando se lo entregaran al padre. La niña pensaba que al padre le haría mucha ilusión recibir un regalo así, pues él había hecho lo mismo con el suyo; y la niña creía que esto debía ser una tradición familiar y que el padre de alguna manera le había insinuado que ella debía hacer lo mismo, y ella decidió no esperar tanto y adelantarse a los acontecimientos haciéndolo ahora, antes de que su padre fuese tan viejo como el abuelo, así podría disfrutarlo más tiempo.

El domingo después de comer, con el postre, la niña hace entrega al padre del regalo, el padre todo emocionado se dispone a abrir el paquete, creyendo que debe ser alguna figura; caballo, jugador de fútbol, perro, pájaro, moto, etc., etc. Cuando levanta la tapa y observa lo que hay dentro, (un plato de madera, como el que le hice a mi padre…) los ojos se le quieren salir de las órbitas, la cara se le desencaja y una cierta palidez aflora inesperadamente y se instala en su rostro sin previo aviso. –Papá, te gusta, pregunta la niña toda emocionada. Con un sonido sordo salen muy dificultosamente las palabras. –Sí… sí…es…muy…bonito, no me lo esperaba…-Como tú le regalaste uno al abuelo, yo te regalo uno a ti, lo puedes usar ahora o cuando tengas la edad del abuelo, eso como tú quieras.

Entonces y por primera vez en mucho tiempo comenzó a comprender algunas cosas que tenía olvidadas o que no se había parado a pensar en ellas. Cogió los platos de madera y los rompió, desde entonces miró a su padre de otra manera, era el ser que le había dado parte de la vida y sus enseñanzas y ahí estaba luchando día a día con los avatares y el deterioro del tiempo que no perdona, sin otra elección que arañarle un poco de dignidad a los días que transcurrían  tan lentos y penosos.

Él se preocupó todos los días de dar de comer a su padre, de limpiar los restos de comida, de recoger los pedazos de los platos rotos. En la mirada de su mujer se podía leer con toda claridad, la moraleja y el asentimiento de que rectificar es de sabios aunque se tarde mucho en darse cuenta. –Si mujer ya lo sé, tenías toda la razón, y que lección me ha dado tú hija con tan solo ocho años, ¡caray!, lo que no quieras para ti no lo quieras para nadie.
La moraleja que se podría aplicar aquí, es tan vieja como el mundo aunque como los orígenes del mundo, también ha sido olvidada.

“Cuando tengas cuarenta años no debes olvidar que has tenido quince años,  y que tienes posibilidades de llegar a los ochenta”

“Hijo eres, padre  serás, como hagas, así te harán”

         Si ya me lo decía mi abuela, la tontería no tiene edad rapaz, da igual que tengas veinte “cá” cuarenta, el tonto es eterno e imperecedero. Es como el enamorarse, o con quince o con ochenta, se cometen las mismas tonterías, la tontería no tiene edad, ya me lo decía mi abuela (carallo, qué razón tiña)…


Marcial Cortegoso


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